Al llegar al puerto enfiló la rampa de los barcos y entró al agua en primera marcha, lento y seguro, saludando con una elegante inclinación de cabeza a los pescadores sentados al sol, que siguieron mudos, atentos y sorprendidos, la excéntrica maniobra del extraño.
Cuando el agua empezó a entrar por la raja de las ventanillas, corrieron hacia el coche para ver al ocupante ahogarse mientras, con absoluta tranquilidad, él contestaba por señas que no a los enloquecidos requerimientos de los pescadores para que abriera los seguros de las puertas.
Fuf que bueno, hacia tiempo que no encontraba un blog así, enhorabuena :)
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