La primera noticia ocurrió cuando los chavales de San Ildefonso cantaron su número. No dio crédito. Sin poder controlar los nervios, comprobó cada cifra del décimo una por una, mientras los demás ya descorchaban botellas de champán y se gritaban unos a otros. Abrazos, besos y algunos vasos se repartían por todo el bar. A medida que la voz se iba corriendo, el bar poco a poco se fué llenando de curiosos sin tanta suerte y clientes, pero en aquel momento eso no importaba. “Crisis” era una palabra eliminada ahora de su vocabulario. Una reportera con cara de perdida le preguntó cuáles eran ahora sus planes de futuro. “Pagar hipoteca, tapar agujeros, jubilar a mis padres”. “¿Puedes enseñarnos el décimo?”, gritó otra periodista desde la otra punta del bar. El billete. Sudores. Corrió hasta la barra pero el décimo ya no estaba allí. Claro que, esa es la otra noticia.
"Muchachas que algún día leáis emocionadas estos versos y soñéis con un poeta, sabed que yo los hice para una como vosotras, y que fue en vano" -Ernesto Cardenal
sábado, diciembre 31, 2011
miércoles, diciembre 21, 2011
pasa
—“Mierda y cuchara”—le dije con voz pausada.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó ella con indiferencia.
—Es una metáfora.
Hubo un momento de silencio y sentí que me estaba mirando, esperando una explicación. Entonces continué.
— Quiero decir que a veces tienes tan mala suerte que tienes que recoger la mierda a cucharadas
—Vaya, el niño se ha puesto poético —respondió con una sonrisa.
Entonces fué cuando, de golpe, dejé de ser un escritor frustrado, y volví a la realidad.
—Pásamelo.
—Es una metáfora.
Hubo un momento de silencio y sentí que me estaba mirando, esperando una explicación. Entonces continué.
— Quiero decir que a veces tienes tan mala suerte que tienes que recoger la mierda a cucharadas
—Vaya, el niño se ha puesto poético —respondió con una sonrisa.
Entonces fué cuando, de golpe, dejé de ser un escritor frustrado, y volví a la realidad.
—Pásamelo.
sábado, diciembre 17, 2011
andando en círculos
Aquella cara se acercaba a mí lentamente y, aunque mis patas
son cortas, hago algo por escapar. Aturdido, intento escapar, alejándome de la zona donde la cara
me mira fijamente. Creo que estoy andando en círculos, pues en un breve espacio
de tiempo vuelvo a ver la cara frente a mí. Estoy prisionero, cautivo, presa en
esta superficie de arena amarilla y con forma de círculo, donde soy observado
por la cara que me mira con la superioridad que le da al ser humano tener
animales cautivos y “cuidarlos”. Miré hacia arriba durante un segundo, y otras
mil caras atentas me estaban mirando con cara de placer. Es una pesadilla.
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