sábado, noviembre 10, 2012

Redundancia.


Mi caballo de madera destrozado
por las brújulas
que huelen a pan y a esqueleto
que apuntan al mismo
Norte seco que las tuyas.
A la misma cocina 
desierta, a la misma goma
oscura, a la misma oficina,
y a la misma canción de muletas.

Aquí hay un silencio que no bebe lenguas
Ni más sal ni nescafé.
Ni los vientos por putas pequeñas.
Miras otra vez.
Y se me vuelven a saltar los plomos.

Vivo entre paréntesis
En una sucesión de sonidos de desastre
de unas lágrimas marrones (las mías)
que boquean por otras azules (las tuyas).
Que como nosotros, de tan ser diferentes,
ya casi son iguales.

Cantos a capas capeando temporales
que también nos capean a nosotros.
Pedruscos de pelo seco y pies encharcados,
cerebro empapelado y piel dura, dura y blanda.
Que sabemos vivir solos.
Valga la redundancia.




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